La alegalidad en el mundo del cortometraje

Resumen ideas encuentro alegalidad
Resumen ideas encuentro alegalidad

El pasado 15 de abril tuvo lugar dentro de la Semana del cortometraje de Madrid un encuentro organizado por la Coordinadora del Cortometraje, que recientemente ha cambiado su Junta Directiva, donde se encuentra la alicantina Lidiana Rodríguez, para hablar sobre la alegalidad dentro del mundo del cortometraje. Un debate candente que ha dado lugar a innumerables opiniones a favor y en contra. En mi opinión, es necesario conocer nuestra historia cinematográfica para entender mejor la situación actual, se necesitan muchos cambios, sobre todo si queremos aspirar a generar una industria fuerte, profesional y conseguir dar el valor que se merece al cortometraje. Un producto que aunque sigue siendo el mejor modo de aprendizaje para los  que comienzan,  también cuenta con identidad propia, útil por sí mismo, y de gran valor ahora que nos encontramos en el denominado Siglo de la Imagen.

Estamos en un momento en que se necesitan productos audiovisuales de corta duración para su distribución a través de los nuevos espacios que han surgido tras el desarrollo de Internet y el uso del ordenador, tablet o dispositivos móviles. Productos dónde el cortometraje es el recurso ideal, también en los centros educativos como medio de educar en valores, o como marco pedagógico y de aprendizaje, y en espacios como el metro.

El problema es que con la digitalización el acceso de las herramientas necesarias para hacer un audiovisual se ha generalizado y el descenso de sus costes, ha provocado que nos encontremos en esta situación donde el hacer un producto audiovisual, el contar una historia, convierte a muchos automáticamente en director. En mi cabeza la definición de director siempre ha estado unido a personas con una gran preparación, lectores compulsivos, con gran conocimiento del entorno, de la historia y con inquietudes y por supuesto con una trayectoria dentro del sector. Eso en la actualidad, ha desaparecido, ahora cualquiera obtiene el título de director. Por extensión, la figura del productor y de su departamento también ha quedado desdibujado y el desconocimiento y la falta de formación en esta área es brutal teniendo en cuenta de que son el motor principal para sacar adelante un producto audiovisual.

Hoy es muy importante contar con personas especializadas que conozcan el mercado y que trabajen para poder dar salida a cada producto según sus características y el target al que se destina. O lo que es lo mismo conseguir el mayor rendimiento económico posible para recuperar la inversión.

Es positivo que se puedan crear historias con unos recursos mínimos, pero tenemos que entender que eso no es hacer cine. Porque el cine, tiene implícito un proceso industrial y de trabajo que como tal implica su realización en base a unas pautas. En otros países, y por supuesto en EE.UU, no existe debate, algo que  parece que aquí no se entiende o hemos olvidado, o confundimos con otra cosa. El problema añadido es que el espectador, no existe un conocimiento del lenguaje y la narrativa audiovisual, da por válido productos que no lo son y se generan opiniones o actitudes como la piratería,  donde se destruye el trabajo de los estos profesionales, pues en un solo clic y   «gratis» lo pueden ver.

El cortometraje sobre todo en España, es el producto que más sufre este problema. Aquí es donde no existen pautas rígidas, el estado no respalda este producto, y el sector profesional hasta ahora no lo tenía en cuenta. Y así, el camino para la distribución de un cortometraje casi y de manera exclusiva ha quedado relegada a los festivales que son en la mayoría de los casos organizados por personas con un total desconocimiento del sector y de sus necesidades.  Eventos lúdicos  que no sirven como espacio para asentar las bases de la industria como si sucede por ejemplo en Francia. Espacios que se han convertido en un punto de encuentro donde el público puede disfrutar «gratis» de estos productos, y donde después en consideración con un Jurado se premian algunos de ellos sin mirar elementos que me parecen muy relevantes como por ejemplo que sea un trabajo calificado. Un circuito donde compiten casi sin filtro, trabajos amateur y profesionales pero donde existe un importando entramado de distribución que vive de que justamente se creen un gran número de estos productos.

Según datos del anuario del cine realizado por el ICAA y el último publicado del 2013 se produjeron un total de 237 cortometrajes y se contabilizaron un total de 187 rodajes. Eso significa que esos son los único trabajos que se han hecho con el fin de crear una industria dentro de este sector, es decir que son obras que buscan su distribución comercial y cómo tal siguieron las pautas que se exigen. Producciones  realizadas por una persona física o productora y donde todos los miembros que participaban del equipo técnico o artístico trabajaron y así quedo reflejado en la ficha técnica de la obra con el alta correspondiente a la Seguridad Social o factura profesional.

Con respecto al número de rodajes, hay que puntualizar a que se refiere a la comunicación al ICAA del inicio y fin de rodaje de esas obras, suponemos que  porque todas ellas, buscaban el apoyo público, y este es el trámite para determinar el proceso de una producción (preproducción, rodaje y posproducción) y así poder cuantificar la facturación y contabilidad para las ayudas a proyecto o a cortometraje realizado.  Con el paso de los años el cortometraje ha ido perdiendo ventanas de distribución:

  1. Cartel Cuerdas de Pedro Solís
    Cartel Cuerdas de Pedro Solís

    En las televisiones nacionales, un error, ya prácticamente no se compran derechos de emisión e incluso en cadenas locales se rellenan contenidos con cortos «alegales». Antes incluso habían programas específicos dedicados a este producto. El corto puede ser un recurso fantástico para las cadenas temáticas de niños donde además, incluir juegos etc…que ya se hacen con determinadas series internacionales, pero que podría ser una salida nueva fantástica y beneficiosa para el sector. Imagináis viendo el corto Cuerdas de Pedro Solís y trabajar su tema en casa con tus hijos.

  2. En los cines. Hasta 1982 las salas de exhibición tenían la obligación de proyectar antes de una película un corto. Eran productos de exaltación del régimen principalmente o documentales espantosos, pero hoy se podría trasformar en algo positivo, productos de Branded Content mejor que ese bombardeo de 15minutos de publicidad.

Dentro de los cambios positivos, el marco educativo relacionado con el cortometraje esta comenzando a dar pasos al frente y el ICAA con apoyo de la Coordinadora del cortometraje, la PNR y la Asociación del cortometraje han creado la plataforma web aulacorto para el profesorado. Hay que tener en cuenta de que este campo dentro del cortometraje se encuentra más organizado que el marco general.

En resumen, y mirando hacia atrás parece que muchas cosas se hacen mal y cosas que estaban superadas, y logros conseguidos, han desaparecido. Las razones de la aparente debilidad de nuestro cine, lo podemos ver a lo largo de la historia de nuestro cine. Hacemos un repaso rápido, pero os invito a su lectura, porque es fascinante. Además, a base de conocer nuestra historia podemos evitar caer en errores que parece que no nos deshacemos.

Exterior ECAM
Exterior ECAM

El sector audiovisual español siempre ha contado desde su nacimiento, las primeras referencias son de 1905 con una gran debilidad. Y es que en un principio acceder a la profesión era de manera autodidacta ya que no había escuelas profesionales, y los que se querían dedicar debían marchar a Francia o a EE.UU. Con el paso de los años nacieron las escuelas de cine, la primera fue en Madrid en 1947, el Instituto de Investigaciones y Experiencias cinematográficas (IICE) que a partir de 1962 paso a llamarse Escuela Oficial de Cinematografía (EOC), hoy ya la conocemos como la ECAM.  Solo diez años más tarde en 1972 el Gobierno desmanteló la escuela porque consideraba que en ese momento no había una situación propicia para la producción. Nos encontramos en una etapa de nuestra historia, donde la censura, el doblaje y las ayudas económicas habían dado lugar a que el cine español estuviera fuertemente acoplado en un sistema de ayudas públicas que determinaba el tipo de historias, y por consiguiente había dado lugar a que la producción fuera controlada por unos pocos para su enriquecimiento personal frente a los nuevos cineastas que comenzaban a aparecer. De esa época son las primeras directoras como Pilar Miró o Josefina Molina, pero también grandes directores como Juan Antonio Bardem, Luis García Berlanga o Víctor Erice. Por decisión del Gobierno España se quedo sin una escuela de cine hasta que la presión y el sentido común dio lugar su apertura y así como la escuela en Barcelona, las cunas de la producción nacional frente a otras CC.AA. Todos los que han querido aprender cine, han tenido que marchar a estas ciudades o por el contrario irse al extranjero si contaban con los recursos económicos necesarios.  Por supuesto también con los años, se han creado escuelas privadas donde el alumno a de desembolsar grandes cantidades de dinero y cuentan con mayor o menos credibilidad en cuanto a contenidos y profesionales que ejercen de profesores. Por último la carrera, el Grado en Comunicación Audiovisual que ya se puede compaginar con una doble titulación con Periodismo o Publicidad y que está presente en 42 universidades de toda España. Y con ese batiburrillo como medios de formación nos encontramos. Por un lado se estudia el oficio, escuelas de cine y por otro lado se crean profesionales conocedores del marco audiovisual que si se quieren dedicar al cine de forma específica se deben después de especializar.

Como hemos comentado el cine español le debe mucho a esas personas autodidactas que comenzaron a ejercer y crearon las primeras obras cinematográficas que fueron la captación de eventos como corridas de toros o festejos. Hoy sucede lo mismo. Y muchos quieren contar sus propias historias y para ello, implican a otras personas que quieren estudiar o que les atrae conocer cómo funciona este mundo. Pero no se puede jugar a ser profesional, y menos contar con el desconocimiento de la gente, y en la mayoría de las veces del desconocimiento propio. Queda claro que hacer cualquier producto audiovisual cuesta dinero. A esto se une que se necesita de un equipo para darle forma y llevarlo a cabo. Pues bien, llegados a este punto las cosas se tuercen, con la idea de la importancia de crear arte, contar historias y un gran etcétera, que incluso a mi muchas veces me lleva a confundirme, e incluso a no saber cómo rebatir. Entonces, por qué es tan complicado llegar a una unanimidad con respecto a este tema. El desconocimiento.

Una de las frases que más me gustan es aquella que dice que «el desconocimiento no te exime de su cumplimiento», pues bien, mucha gente se escuda en esto, o bien prioriza otros elementos que a mi entender no son tan importantes.

Y eso nos lleva de nuevo al principio, qué es un corto alegal. Pues es cualquier cortometraje que no se hace según las pautas de producción imperantes, nos referimos de dar de Alta en la Seguridad Social realizada por una personas física o una productora y con el objetivo de la búsqueda de un rendimiento económico. Es alegal, pues el termino ilegal dentro del cortometraje no existe. Desde las instituciones no se persigue, ni multa el hacer esto, y demasiada gente se exime diciendo que lo que se hace es «cultura» o «arte» pero el uso de ese concepto y conociendo su definición, realmente en la mayoría de casos no tiene ningún sentido.

Dentro del marco de desarrollo de la Ley del Cine, ha sido quizás la ley 55/2007 del 28 de diciembre la utiliza elementos que más echo de menos de menos en la nueva, y que creo que se deberían de mantener. En primer lugar, la existencia de un régimen sancionador, que creo que nunca se llevó a cabo donde se exponían pautas como leves, graves y muy graves. Una falta grave  con un importe de hasta 40.000€ y lo incluyo de manera textual era «Comercializar o difundir películas cinematográficas u obras audiovisuales sin que hayan sido objeto de calificación por grupos de edades, según lo establecido en el artículo 8.1.». Esto es lo que sucede ahora de manera masiva con el cortometraje que dentro de la ley del cine queda definida como «Toda obra audiovisual, fijada en cualquier medio o soporte, en cuya elaboración quede definida la labor de creación, producción, montaje y posproducción no estén destinadas a ser exhibidas en salas cinematográficas, sino que llegan al público a través de otros medios de comunicación».

Hacer comprender a nuestra sociedad justamente se hace complicado, pero reuniones como estas son el primer paso para abrir los ojos, y para conseguir que la Administración lleve a cabo las acciones pertinentes. El problema, es que al cine y al audiovisual no se le toma en serio, no como sucede en otros países donde ya se puede reconocer una industria. La nuestra en cambio todavía es débil y tan sólo un sucedáneo. Necesita de que todo el sector se una, fomentar la autoregulación y etiquetar las cosas por su nombre. Por supuesto, la Administración también debe de poner de su parte, y al igual que hizo en 1981 gracias a la PNR con el auge de nuevos creadores a que estos pudieran acceder como meritorios en los rodajes para aprender. Pero, la crisis ha puesto esta y muchas otras acciones para con los trabajadores del audiovisual del revés. Pero eso, ya es otro debate.

 

 

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